ramos

Luis cada tercer día sale a caminar (no utiliza el caminador eléctrico) a un parque y a buena velocidad. Este es su escenario preferido para hablar con el mismo. Allí se tira las orejas por las cosas que no han salido bien y aplaude las buenas. También aprovecha para proyectar y analizar sus actividades a plazo corto (una semana), mediano (un mes) y largo (un año). De paso, hace una oración, se acuerda de encomendar a sus familiares y amigos y vuelve a casa con ideas que anota para no olvidar y poner en marcha ese mismo día.

Estos días de la Semana Santa son los mejores para hablar, pensar y actuar en favor de una mejor comunicación.
El primer paso es dialogar con nosostros mismos, como hace Luis. Y, sin importar nuestra orientación religiosa, también hablar con ese Ser Superior en el cual creemos.

Para hablar con uno mismo hay que ser pragmático o de lo contrario se queda uno echando humo y pensando en muchas cosas sin concretar.

Por eso hay que escribir, hacer listas de los temas y los objetivos. Luego sí, hablarse a si mismo. Meditar, analizar, evaluar e ir sacando conclusiones que, también, hay que escribir.

Con Dios, la cosa no es menos seria. Por el contrario, es más exigente. En ese diálogo hay que agradecer y pedir, en ese orden.
Si se puede, anotar los temas pero lo ideal con Dios es tener memoria, mucha memoria para repetir muchas veces esa conversación del agradecimiento y las peticiones. Así, con buen seguimiento y fe, las peticiones pasarán al espacio de los agradecimientos.

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